Una vida
- pedrocasusol
- 23 ene
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Escribe: Thalía Correa
Primer año de psicología, ahora no solo tengo un inmenso amor por la carrera, también amo a Felipe. Fue amor a primera vista, y cuando escuché su voz lo entendí. Pasaría el resto de mi vida con él. Se parece mucho a mí. Es blanco, alto, delgado, delicado, manos largas, una sonrisa de mil maravillas, el cabello castaño oscuro, corto y ondulado. Recuerdo que nos vimos por primera vez en el estacionamiento de la universidad, ambos sonreímos. Caminamos juntos, íbamos al mismo módulo. Por un momento pensé que me seguía porque en algún momento quería hacerme conversa, pero solo íbamos a la misma clase. Tuve una mezcla de vergüenza y felicidad al saber que compartiríamos tiempo juntos.
Me senté a su derecha, y finalmente fui yo la que empecé la conversación. Quería saber todo sobre él, dónde vivía, su edad, sus hobbies, todo. Desde ese día nos volvimos inseparables, todo lo hacíamos juntos. Empezamos a ser novios, al segundo semestre de la carrera quedé embarazada, entonces decidimos dar el siguiente paso, viviríamos juntos, nuestros padres nos apoyaron. Decidí congelar la carrera, dedicarme a la casa y al embarazo.
-¡No quiero volver a la universidad con panza, Felipe! Continua tú.
-Pero amas la carrera tanto o más que yo…
-Por favor, entiende. Ya tomé la decisión. No permitiré que nuestros compañeros hablen y mucho menos que se rían de mí. Volveré cuando lo considere correcto.
Así pasaron los meses, iba mucho a casa de mi madre, me cuidaba y consentía, también me ayudo a decorar el cuarto del bebé. Con Felipe vimos posibles nombres y armamos la cuna. Aunque estaba feliz por el bebé, creo que todo paso muy rápido. Pensar en que tuve que congelar mi carrera me generaba estrés y un estado de ánimo que no era bueno para el bebé. Un mes, solo eso falta para la operación, decidí no tenerlo de forma natural, quería evitar cualquier tipo de dolor.
Su nombre es Viviana, es hermosa, y cuando me mira con sus grandes ojos color miel me derrite. Ya estoy buscando escuelas, y viendo en que cursos extracurriculares la voy a matricular. Su vida tiene que ser maravillosa, así como ella. Disfruto mucho estando a su lado. No voy a negar que me es difícil ser mamá, me falta mucha información.
Todo mi tiempo es para ella, ya no voy a casa de mi madre, empiezo a sentir ansiedad, no quiero separarme de Vivi, tampoco quiero que alguien la toque, ni siquiera Felipe. Mis ojeras han empeorado y a veces no sé en qué momento me duermo mientras estoy sentada leyéndole. Ella es inquieta, muy frágil, le encanta llorar para llamar mi atención. Me siento como un guardia de seguridad con ella, sé que la protejo demasiado, pero no puedo no hacerlo. La hice dormir para poder ducharme, y me llevé un walkie-talkie al baño para poder escucharla, estaba secándome el pelo cuando escuché su llanto, Salí corriendo, y vi a Felipe con ella en manos. Le grite:
-¿Qué le hiciste?
-No hice nada, solo la levanté de la cuna porque estaba llorando.
-¡Dámela!
-Cálmate, la estás asustando más. Cámbiate, yo la cuido.
-¡Felipe, me voy a calmar cuando me la des!
Su llanto incrementó y tuve que quitarle a Vivi de las manos. Felipe me veía con los ojos bien abiertos, se veía asustado. Me dijo que llamaría a mamá y que yo no me veía bien. No le presté atención. Solo quería que Vivi se tranquilizara, pero no pasó. Esa noche no dejó de llorar, estaba como aburrida, la abrigué más, septiembre siempre es el mes más frío. Era ya de mañana cuando desperté. No sabía cuánto tiempo había dormido, pero me levanté de golpe cuando vi que tenía a la bebé en brazos, morada. Grité y grité pidiendo ayuda, pero no había nadie. Intenté despertarla, pero fue muy tarde.

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