Repuesto
- pedrocasusol
- 2 mar
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Escribe: Álvaro Mattos
En el espejo solo hay un reflejo desesperado. Aparto la mirada del pobre sujeto que tengo enfrente y me fijo en el único cepillo de dientes que hay en mi baño. Sus cerdas son disparejas y están débiles, no sirven ni para quitar las hojitas de perejil que hay pegadas en mis encías; me acosté sin lavarme los dientes y aún tengo el sabor a carne cruda y salada que terminé haciendo. Pero mi cepillo sigue ahí. No lo he cambiado hace dos meses y no pienso hacerlo.
Al costado, un flaquísimo tubo de pasta dental lucha por mantenerse en pie dentro del vasito de plástico que lo alberga. Tengo repuestos en un cajón. Compré suficientes para un mes, ¿te acuerdas? Siempre comprábamos de más. Es divertido ver como el pobre se aferra contra el inminente reemplazo y se esfuerza a diario por ofrecer lo único que lo mantiene vivo. Sabe de alguna forma que lo voy a usar y sabe que debe serme útil.
¿Habrás pensado eso? ¿Qué yo debía ser útil? Seguro estuve a prueba sin que me lo dijeras. Puedo imaginarte haciendo tests ridículos de internet con el pretexto de “es que no me quieres”. ¿Acaso no lo demostré? ¿Tan poca cosa eran mis palabras? Pero la utilidad es un concepto muy susceptible: algunos pueden sentirse objetos y otros orgullosos de servir para algo.
Encuentro mi celular sobre la mesa de noche. Lo recojo y regreso al baño. Como una película, nuestra historia cobra vida fotograma por fotograma. Me doy cuenta que para el final la trama se hace lenta y sin emoción. ¿Habrá sido esa la razón? Qué más da. Borro todo. Entre los archivos encuentro también nuestra carpeta oculta. Siento intriga. No la he visto hace meses y no sé cómo reaccionaré. Espero recuperar algo de la emoción que nos despertaba tener un celular grabándonos. Nada. Solo hay vulgar porno y actores insípidos.
La memoria muscular sigue su curso y sin ánimos aprieto con la mano libre mi flacidez. Sin ritmo, sin orden, sin pasión me masturbo queriendo que acabe. Hay varios videos, así que demoro. Los veo en orden. Son tímidos al principio, conscientes que hay una cámara presente a las justas nos tocamos y miramos hacía el lente; hasta da risa. Escucho mi voz indicándote posiciones y la tuya preguntando si lo haces bien.
No te voy a mentir, hay buen material; pero hacia el final son repetitivos. Nada es llamativo, nada despierta locura. Luego de revisar todos los videos no consigo mi objetivo, pero no me suelto. Vuelvo la mirada al espejo con el pobre sujeto. Pantalón de pijama abajo, sin depilar, lo patético de mi imagen da rabia. Apresuro el ritmo a falta de algo para golpear. Pierdo el balance de mis piernas y suelto el celular para tener con que sostenerme a la pared. Cierro los ojos con fuerzas, pensando que así no habrá lágrimas. Los abro y en ese instante siento como sale de mí una parte que no regresará y cae sobre mi mano cansada. Abro el caño, quito desganado las vidas y emociones que no se sentirán. Me subo el pantalón sin limpiar mis genitales, recojo el teléfono del piso y borro sin pensar todo lo que acabo de ver.
Regreso a mi cama a paso lento, como flotando. Me abandono y trato de soñar que mañana me esperas a desayunar. Mi boca sigue con sabor a carne y sal.

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