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Momentos en documentos

  • pedrocasusol
  • 23 feb
  • 4 Min. de lectura

Escribe: Franco Soria


Ángel era un adolescente grosero, egocéntrico, desagradable, mujeriego y consentido. Molestó a varios en el salón, especialmente a Roberta, Kenji y Francisco.


Roberta es una chica a la que le gusta escribir diferentes textos. Tiene mucha imaginación y le arde que Ángel le robe sus plumones, borradores y lápices. Siempre le dice que no se le ocurre agarrarlos, pero a él le entraba por un oído y le salía por el otro.

Kenji es un viciado de internet, siempre pegado a la computadora. Conoce a Ángel desde hace tiempo y siempre le ha parecido alguien asqueroso y repudiable. Tenía un sentido de la justicia. Ángel nunca lo molestó, ya que sabía que Kenji le daría la paliza de su vida.


Francisco es muy chismoso; sus compañeros lo buscan para saber las novedades. Sus comentarios son una combinación de humor y cosas oscuras. Ángel lo molesta mucho más que a Roberta y Kenji, pero él siempre se defiende. Un ejemplo fue cuando un día se jaló de los pelos con Ángel.


En la clase de educación física, ellos tres nunca hacían nada, solo conversaban. En un momento, Ángel patea la pelota y le cae a Francisco en la cara. Normalmente no reacciona mal si algo le cae, pero lo que le molestó fue que Ángel le dijera “¡Qué idiota!” y se fuera riendo.


—Ya fue suficiente —dijo Kenji, hablando a Roberta y Francisco.


—Hay que hacer algo, como reventarle su pelota favorita y ponerla debajo de su sábana. Cuando él se despierte, verá y pegará el grito de su vida —dijo Roberta entre carcajadas.


—O ponemos la cabeza de algún familiar de él —dice Francisco, todavía molesto y adolorido por el pelotazo.


Se quedaron pensando en una forma de vengarse de él, hasta que Kenji tuvo una idea. Explicó que siempre ponen las cosas más sucias y perversas en un documento, y cuando lo publican en alguna red social, “¡BOOM!”, la reputación de la persona se destruye. ¿Qué les parece si lo intentamos? Sus amigos asintieron, pero Francisco dio la idea de que, en vez de exponerlo en las redes sociales, se lo mandamos a la directora y psicólogas.


El primer paso era buscar más información. Por eso, Francisco se quedó en el salón y robó el anecdotario del aula, un librito con todas las maldades que hicieron los alumnos del salón 8D, donde estaba Ángel. Les tomó fotos y se fue a entrevistar a amigos y exnovias de Ángel, donde sacó mucha información. Todo esto se lo pasó a Kenji, quien se encargó de ver qué acciones infringían las reglas del colegio. Varias de las infidelidades no podían ser utilizadas. Después, Roberta se encargó de pasar todo esto a un documento. Fue un trabajo de tres días, muy cansado. Para acabarlo, lo imprimieron dos veces, una para la directora y otra para la psicóloga del colegio.


Llegó la clase de educación física, y leyeron el texto cinco veces, emocionados, pero algo no se sentía bien.


—Está muy bueno, pero en serio, ¿creen que debemos hacer esto? —dijo Roberta, mientras miraba a los dos y a la vez no podía creer que ella pudiera escribir algo así.


—Sí, él es quien nos hizo pasar malos momentos —dijo Francisco, todavía decidido en arruinarle la vida a Ángel.


—Claro, pero siento que iniciamos queriendo venganza, pero no pensamos en el daño que le podemos hacer —dijo Roberta, ya algo resentida.


—Ya fue. Recordemos que, como va, él solo se arruina la vida; el tiempo nos dará la verdad —dijo Kenji.


—Pensándolo bien, ya no lo noto tan divertido. Lo siento hecho con odio, y ¿por qué simplemente no lo ignoramos? —dijo Francisco, aceptando que esto ya no era divertido.


Los tres chicos se quedaron pensando seriamente y decidieron deshacerse de las copias. Tiraron una a la basura y decidieron quemar la otra. En cuanto el papel fue consumido por el fuego, se sintieron más ligeros y desahogados.


En los días siguientes, ignoraron a Ángel. Si él les decía algo, se tragaban su veneno que tenían por echarle. Un día, simplemente ya no notaron a Ángel en el salón, hasta que se dieron cuenta de que no estaba. Un día, la directora los mandó a llamar. Los tres tenían miedo; su oficina se sentía fría o ellos estaban temblando por lo que la directora les dijera.


—Los llamé porque me parece muy valiente de su parte lo que hicieron: La señora de limpieza me dio esta carta con mi nombre, lo leímos yo y la psicóloga, y nos sorprendió que su compañero les haya hecho pasar malos momentos. Aplaudo su valentía por exponer este caso; ya hablamos con su compañero al respecto y coordinamos que él ya no les haría nada.


Era otro día de educación física y los tres conversaron de lo que le pudo pasar a Ángel.


—Bueno, al final, sin querer queriendo, hicimos un bien, ya que de todas maneras lo que él hacía era inaceptable —dijo Kenji, todavía procesando ese momento con la directora.


—Y si a Ángel lo llevaron a ser torturado, como coser la boca, para que ya no hable nunca más —dijo Francisco para aliviar el ambiente.


—Que así sea, su aliento olía a perro de la calle —dijo Roberta.


Los tres rieron mucho y decidieron no volver a hablar del tema, pero lo que recordarán es que su trabajo en equipo hizo un bien.



 
 
 

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