Escribe: David Vidal
15 de agosto de 2038
Hola hijo, ¿cómo estás? Te saluda tu padre, José.
Tu tío Julio, siempre tan bueno, me pasó tu número.
Espero te encuentres bien, hijo.
Quisiera contactarte, hace años que no sé de ti.
20 de agosto de 2038
¿Quién eres?
Hola hijo, Ivan, soy tu padre, José Rada.
¿Cómo estás?¿Cómo está tu mamá?
¿Cómo están los niños?
31 de octubre de 2038
Hola hijo, entiendo tu silencio.
Solo paso a desearte feliz día de la canción criolla.
Saludos a tu mamá y a mis nietos.
25 de diciembre de 2038
Hola hijo, feliz navidad.
Entiendo que no quieras hablar conmigo, no fui un buen padre.
Pero espero enmendar esos errores.
Dale un fuerte abrazo a tu madre y a mis nietos.
Espero que me puedan perdonar algún día, más adelante.
28 de diciembre de 2038
Gracias.
De nada, hijo. Mándale un abrazo a mis nietos, por favor.
31 de diciembre de 2038
Hola hijo, Feliz año nuevo.
Sé que el país no está pasando por la mejor época, pero también sé que no está de más tener fe.
Espero verlos pronto.
***
Las cortinas de terciopelo que ornamentaban las ventanas parecían agitarse ante un ventarrón inusualmente fuerte que sacudía los exteriores del majestuoso Palacio de Gobierno. En esa sala y sobre la mesa, Hidalgo, el primer dictador democrático del Perú, como informalmente se referían a él, se encontraba sentado, con la cabeza gacha, las palmas sudadas y mirando al techo, recostado en su lujosa y ergonómica silla de cuero.
—Con que ahora Ecuador se sumó a la fiebre de las inteligencias artificiales, ¿eh? —dijo Hidalgo.—¿Cuándo piensan hacer el plebiscito para consultar a la población si una IA debe de gestionar el ejecutivo?
—Estimamos que en los próximos seis meses, presidente—respondió Roberto Cidandi, general del ejército y primer ministro.
—¿Se sabe cuánta aprobación tiene la propuesta?
—Sí, más del 80% de la población ecuatoriana apoya la idea de que sea una IA la que gestione y administre el ejecutivo, y que un humano el que la acompañe como presidente. Es la misma estructura de gobierno que ahora tiene China y Estados Unidos…
—Sí, sí, eso ya lo sé. Solo…solo me sorprende, ¿sabes? Me sorprende que todos esos gobiernos que se autodenominan de vanguardia caminen, felices, ciegos como ellos mismos, hacia su propia destrucción. No puedo creer que los mismos humanos sean los que quieran que las IAs nos gobiernen. Es…es una locura. Nosotros seremos la excepción, Cidandi.
Cidandi no dijo nada. Solo asintió con la cabeza, mirando hacia la opulenta alfombra roja que abrazaba todo el piso de la sala.
—¡Seremos el último bastión de la democracia humana si hace falta! Ya Chile tendrá su IA, Argentina, ahora tal vez Ecuador, todos menos nosotros, Venezuela y Brasil, que todavía no firma su contrato—Hidalgo hizo una breve pausa. —¡Todos se arrepentirán! En menos de lo que esperan la IA habrá desplazado al humano en todas partes, en todos lados menos aquí.
Cidandi asintió con la cabeza nuevamente.
—Y bueno, ¿te encargaste de la prensa?
—Sí, presidente. Ya concertamos con ellos para que sus artículos sean benevolentes con el gobierno, pero no pudimos acordar con toda la prensa alternativa. Hablar con algunos de ellos sería, por así decirlo, peligroso. Podrían revelar los mensajes, audios, o incluso grabar las conversaciones.
—Entiendo…entonces, ¿ya contrataste a los trolls?
—Sí, ya tenemos a varios…no sabría cómo llamarlos…batallones, sí, batallones de trolls a nuestra disposición.
—Perfecto—Hidalgo esbozó una sonrisa.— Me gusta el nombre de batallones, y es que eso es, son batallones que lucharán en esta cruenta guerra en contra de esos que adoran a las IAs. Úsalos, que se bajen las cuentas de la prensa alternativa que estén en contra del régimen, que filtren noticias falsas. Debemos defender a como dé lugar la democracia de los humanos.
—Entendido, presidente.
Y Cidandi se retiró de la sala.
Hidalgo trató de ver a través de las cortinas. Por una rendija se podía observar la Plaza Mayor de Lima, donde hacía poco más de 500 años Francisco Pizarro había fundado la Ciudad de los Reyes. Eso somos, pensó Hidalgo, una ciudad fundada por un humano, para humanos. Y ahora él, Hidalgo, era el rey que tenía como labor proteger su cargo y conservar la tradición. Cueste lo que cueste.
***
A Hidalgo nunca le había gustado la cara del licenciado Aguirre, economista y, ahora, gracias a la mano del dictador, presidente del Banco Central de Reserva. Le parecía un buitre, con ese rostro enjuto, la cabeza completamente desnuda y un pequeño y poco dominante mentón. A diferencia de Hidalgo que, con el mentón elevado, lo miraba con desdén y posición dominante, como si el dictador estuviese en una competencia de mentones con Aguirre que, claramente, tenía todas las de perder.
—Licenciado Aguirre, un gusto verlo.
—El gusto es mío, presidente— dijo Aguirre, agachando la cabeza.
—Bueno, iré directo al grano. Como lo dije en el informe, requiero que el BCR suelte dinero, necesito un Reactiva Perú.
—Entiendo, presidente. Ví la propuesta.
—¿Entonces?¿Para qué quiso tener una reunión? Solo acéptela y suelte el dinero.
—Sí, es que quería explicarle cómo es el proceso y sus posibles consecuencias.
Hubo un silencio en la sala.
—¡Adelante, dígalo Aguirre! No se olvide que su cargo depende de mí y es por mí que usted lo obtuvo.
—Sí, presidente. Verá, actualmente hay mucha inflación en el país. Si aumentamos el dinero en circulación sin un crecimiento en proporción de los bienes y servicios podría devenir en…en una inflación permanente.
—Mire, entiendo lo que me dice. Pero las empresas requieren ese dinero para invertir aquí. Ahora que muchos gobiernos tienen IAs, o tendrán IAs, las empresas ven con malos ojos los gobiernos que se niegan a ser tomados por esas máquinas. Y el Perú no será tomada por la democracia de las máquinas y, lastimosamente, eso no es visto con buenos ojos por el empresariado moderno. Así que como garantía les estoy ofreciendo ese dinero que, quiera o no, nos sacará de la crisis. ¿Me ha entendido?
—Si, presidente. Solo le comento que, tal vez, esto devenga en más…
—Inflación, sí, ya sé. Pero si todo sale de acuerdo a lo planeado y las empresas, especialmente las extranjeras, deciden invertir en el país podremos salir de esta crisis con la frente en alto.
—Entiendo, presidente. Pero el monto de ciento veinte mil millones de soles es…es inaudito, presidente.
—Mire, es lo que creo que es lo correcto. Recuerde que soy un abogado y tengo conocimientos de economía. No se olvide también que debe de acatar las órdenes del ejecutivo, en especial las mías.
Aguirre vio a Hidalgo con ojos indefensos. Sabía que el haber sido puesto en ese cargo por el mismísimo dictador acarrearía este tipo de compromisos que, flagrantemente, contravenían la otrora sagrada constitución; la misma que Hidalgo juró defender hace ya tantos años. Aguirre no tenía otra opción, al aceptar tan prestigioso puesto había sellado su destino. Y renunciar ahora que había probado la deliciosa miel del poder le era inasible para su desnuda cabeza.
—Entendido, señor presidente. Solo…solo quería que estuviese al tanto de los pros y los contras.
Hidalgo sonrió.
—Bueno Aguirre, me alegra que hayamos llegado a un acuerdo. Requiero que se liberen esos ciento veinte mil millones para la otra semana. Las empresas están esperando con ansias esas garantías para venir a invertir a este país.
—Señor, una cosa más.
Hidalgo lo vio con una mirada agresiva y dominante.
—Dígame, licenciado. ¡Apúrese que no tengo todo el día!
—¿El Reactiva Perú será para todas las empresas que la requieran?
—Eso le corresponde decidir al ejecutivo. Pero esté tranquilo, todas las empresas pueden postular. Pero de allí a que te aprueben el crédito, bien sabe usted como economista, requiere de otro tipo de requisitos.
—Entiendo, presidente…Sé que no me corresponde…pero si se percibe que solo un sector del empresariado recibe ese dinero, podrían haber más protestas y, por ende, más crisis.
—¡Haré lo que tenga qué hacer! Todo con tal de conservar la estabilidad del país.
Aguirre bajó la cabeza en señal de total sumisión.
—¿Algo más, Aguirre?
—No, presidente. Ahora mismo veré el tema del Reactiva Perú.
—Que así sea.
Hidalgo se levantó de la mesa y salió del salón. Aguirre se quedó solo, mirando las columnas marmoleadas y sus bases decoradas con molduras doradas, que en conjunto contrastaban con el patrón blanco del mármol. Ojalá esas columnas fueran tan débiles como nuestra economía, así nos morimos todos de una vez, pensó Aguirre, como deseando el desastre.
***
Hidalgo iba caminando por los pasillos alfombrados de Palacio de Gobierno, camino a su dormitorio, cuando percibió el perfil sobrio de Cidandi. Era un tipo alto, de metro noventa, blanco como el mármol, con ligera calvicie y ojos pardos. Estaba uniformado, como siempre, orgulloso de ser un militar y mostrando todos sus galones en el pecho.
—Primer ministro, ¿qué hace en estos pasillos?
—Señor presidente, hay un tema urgente que me olvidé tratar con usted.
—Bueno, sígame, en mi habitación hay una mesita de reuniones. Solo espero que haya quedado limpia después de lo de anoche—Hidalgo esbozó una sonrisa socarrona que Cidandi fingió no haber notado.
Ambas figuras caminaron, una dos cabezas más arriba que la otra. Hidalgo prendió las luces de su habitación y vio, con satisfacción, que se encontraba totalmente limpia y presta para recibir visitas. Invitó a Cidandi a sentarse en una de las sillas mientras Hidalgo hacía lo mismo en la otra.
—Bueno, dígame Cidandi, ¿qué tema es tan urgente?
—Presidente, verá, las cárceles normales están llenas. Los proyectos para construir más se quedaron pausados debido a que las empresas dejaron de invertir y porque nos centramos en construir las cárceles especiales.
—Entiendo, ¿hay tantos encarcelados?
—Sí, presidente. Están atiborradas de personas que protestan, de personas a favor de las IAs, de personas con ideologías peligrosas.
Hidalgo asintió con la cabeza mientras apretaba la mandíbula.
—En cambio—continuó Cidandi—las cárceles especiales, donde se encuentran encerrados los terroristas urbanos, tienen espacio suficiente para albergarlos.
Hidalgo sonrió. Empezó a recordar esas épocas, hacía solo cinco años, cuando fue alabado por haber construido gigantescas cárceles en lo alto de la puna y en lo más recóndito de la selva. Cárceles especiales, las llamó, y eran lugares de acceso restringido y diseñadas para hacinar, en condiciones infrahumanas, a criminales, secuestradores, rateros, extorsionadores y cualquier otro crimen que se encontrara dentro de la categoría de terrorismo urbano. Con esa estrategia, aunada con la mano dura del gobierno, convirtieron al Perú en un país seguro, de los más seguros de Latinoamérica. Buenas épocas, pensó Hidalgo. Épocas en las que lo alababan esos mismos que ahora lo critican.
—Proceda, Cidandi. De ahora en adelante, a los que arrestemos mándelos a la puna, o a la selva. Da igual, ¿me ha entendido?
—Sí, presidente.
Cidandi se levantó de la silla y procedió a retirarse. A Hidalgo le fascinaba todo el poder que ahora tenía. Nunca se hubiera imaginado que él, un abogado de clase media, conservador y religioso estuviera mandando, sin hesitar, a un Cidandi, miembro de una de las familias de mayor prosapia y prestigio del país. Y ese poder era el perfecto aliciente para conservar, a como dé lugar, su cargo presidencial.
***
10 de enero de 2039
Hola hijo, ¿cómo estás?
¿Escuchaste que el gobierno va a liberar dinero para las empresas?
Trata de postular, por favor.
¿Tú tienes un emprendimiento, no?
12 de enero de 2039
Hola hijo.
Dime si requieres de alguna ayuda, de repente hay algo que pueda hacer.
Un abrazo, cuídate mucho.
Dile a mis nietos que espero conocerlos pronto.
12 de enero de 2039
No creas eso.
Reactiva es solo para los ricos.
Hola hijo.
Trata de postular, por favor.
Yo estuve cuando apareció el Reactiva del COVID.
Sí llegaron a dar a algunos emprendedores.
14 de enero de 2039
A algunos y solo por contactos.
Mamá me contó también.
Hijo, por favor intenta.
***
Unos pasos hicieron eco en la sala, con cadencia firme y segura. Era Hidalgo, que se acercaba por los pasillos. En el camino encontró a Cidandi, que lo esperaba para coordinar los últimos detalles de su, tan esperada, conferencia de prensa.
—Cidandi, ¿quienes me esperan tras bambalinas?
—Se restringió el acceso a los medios alternativos. En su mayoría son los medios “oficiales” del gobierno, no se preocupe, presidente.
—Perfecto. ¿Por qué dijo en su mayoría?
—Es que dejamos ingresar a dos medios que no pertenecen a los oficiales. Solo para despistar a la prensa internacional, no queremos que los titulares de los medios extranjeros digan que solo dejamos ingresar a la prensa que nos conviene.
—Perfecto, bien pensado Cidandi. Igual, no creo que un par de preguntas pongan en jaque el gobierno.
Hidalgo siguió su camino, atravesó una última puerta y vio las cámaras, todas apuntando a la mesa que, en medio, parecía esperarlo. Caminó con cadencia segura, con una mirada pétrea y cierto placer contenido, y es que a Hidalgo le encantaba dar discursos.
—Queridos compatriotas, miembros de la prensa, distinguidos todos. Como bien saben, Reactiva Perú fue un éxito y el dinero que liberó el Banco Central de la Reserva ya llegó a todos los peruanos. Ahora mismo, en este mismo instante, muchos puestos de trabajo se están creando gracias a que más y más empresas están más prestos a invertir en el país. Es solo cuestión de tiempo para que más empresas se sumen al llamado e inviertan en el Perú. No solo porque ofrece este tipo de facilidades, sino también porque es, a nivel de Latinoamérica, de los destinos más seguros. Aquí casi no hay crimen. Aquí, a criminal que se encuentra, criminal que se arresta y se encierra, o se le ejecuta—Hidalgo sonrió. —Aquí la gente vive segura, y las empresas también.
>>Y quiero, con este discurso, informarles que ahora más peruanos van a trabajar gracias a estas medidas. Queridos compatriotas, el trabajo no les faltará. Al contrario, nos lloverá trabajo. Y lo más importante, aquí, en el Perú, nadie vendrá a quitárnoslo. Ninguna inteligencia que se mofa de ser superior vendrá a robarnos lo que con tanto esfuerzo hemos construido. Ese no es el espíritu de esta república, república que fue fundada por humanos y para humanos.
>>Así que, queridos compatriotas, nos espera nada más que buenas noticias. Mucho trabajo está por venir y requerimos del apoyo de todos. ¡Que viva el Perú!
Algunos de los medios oficiales levantaron la mano. Hicieron preguntas, todas cómodas, todas sencillas de responder: ¿A cuántas empresas benefició Reactiva Perú? ¿En cuánto tiempo se podrán ver los resultados de estas medidas? ¿Ya hay más empresas con deseos de invertir en el país? Solo hubo una que pareció tocar un punto sensible, pero cuya importancia la hacía insoslayable: ¿Ha escuchado que casi todos los países vecinos ya van a implementar la IA en los siguientes meses?
Hubo un silencio en la sala, como si todos hubieran estado esperando esta pregunta sin tener la fortaleza necesaria para hacerla. Hidalgo se acomodó en su sitio.
—Por supuesto que lo he escuchado. Y creo que casi todos aquí saben que Perú es de los últimos bastiones de la democracia humana. Somos de los últimos países de la región que no han sucumbido a la democracia de las máquinas. Pero lo que nuestros vecinos no se dan cuenta es que esto, esta veneración, casi adoración hacia las IAs es parte de una conspiración. Los ya defenestrados caviares, esos que se oponían al encierro directo de los criminales, están ahora conspirando para que aceptemos a las IAs. Están haciendo lo posible para ahogar los últimos gobiernos humanos. ¡Pero el Perú resistirá! ¡Porque el Perú será, si Dios lo quiere así, el último bastión de la democracia humana!
Los ministros aplaudieron, como marionetas entrenadas. Algunos miembros de la prensa también, aunque a ellos no los enfocaron, ya sea por vergüenza ajena o conveniencia.
Se escucharon algunos gritos de protesta, de incomodidad. Alguien reclamaba que lo estaban empujando. Era un periodista de la prensa no oficial, de la prensa independiente y anacoreta por voluntad propia. Las cámaras lo enfocaban. El periodista sabía que ahora era imposible ignorarlo, o censurarlo. Su imagen estaba siendo transmitida a nivel internacional e Hidalgo no se atrevería a vapulearlo en frente de todos.
El periodista se puso detrás del micro, dio un respiro, y preguntó.
—Presidente Hidalgo, haré tres preguntas breves—se escucharon protestas en el fondo, pero el periodista las ignoró—la primera, ¿está al tanto de que existen denuncias que indican que Reactiva solo benefició a las grandes empresas de su séquito y no a los emprendedores? la otra, ¿sabía que el Perú fue fijado como destino no grato para las inversiones ya que no cuenta con una IA para la gestión del ejecutivo? Y tercero…
—Señor periodista, suficiente. Ya hizo más de una pregunta, gracias—dijo Hidalgo.
El periodista fue retirado de la cola.
—Con respecto a su primera pregunta, es falso que Reactiva solo haya apoyado a un séquito de empresas. Para comenzar, no existe un séquito de empresas o, como algunos han mencionado, los 12 apóstoles de la economía. Eso es falso de toda falsedad. Solo son mentiras difundidas porque las empresas que tienen preferencia son, como es de esperarse, las empresas grandes, pues ellas son las que dan más trabajo a la población.
>>Con respecto a lo segundo, es falso también. Hay empresas que apuestan por nosotros y son muchas. Y es que las IAs van a fracasar en un futuro, cuando ya no existan puestos para humanos, cuando todos aquellos que abrazan a la inteligencia artificial sean reemplazados por esos pedazos de hojalata viviente. Y cuando llegue ese momento, cuando llegue ese día, verán la maravilla que es el Perú, país gobernado por humanos y para humanos. Ya verán, queridos compatriotas, que hasta incluso lleguemos a ser potencia, ¡la gran potencia humana de los tiempos venideros!
***
14 de febrero de 2039
Hola hijo, ¡Feliz cumpleaños!
y feliz día de la amistad.
Espero que la pases excelente con tu hermosa familia.
Un gran abrazo a todos.
15 de febrero de 2039
Hola hijo.
¿Te dieron algo del Reactiva?
20 de febrero de 2039
No.
Ok hijo.
No tengo muchos contactos, pero si requieres algo de mi, no dudes en escribirme.
Saludos a tu madre y a mis nietos.
Un abrazo.
***
Por más medidas que actuaron como carnadas para empresas ansiosas de hacer negocios, una cruz negra ya había sido impuesta sobre el Perú. Era, como lo había sido en tiempos del virreinato, el último bastión del conservadurismo humano, de esa reticencia innata a aceptar lo nuevo y preferir lo viejo, de esa animosidad inocente y cándida que rechaza aquello que no puede entender.
Todo empezó a desmoronarse con más vertiginosidad el día que Brasil anunció, con bombos y platillos, que por fin había cerrado un jugoso contrato con una empresa americana para crear su IA y ponerla en funcionamiento. Ese día los empresarios vieron, con ojos temerosos, que Perú era, como el mismo Hidalgo afirmaba, el último bastión, pero no de la democracia, sino de la terquedad humana. Ahora sabían con certeza que, por más que Perú había soltado varios miles de millones de soles especialmente dirigidos hacia los famosos 12 apóstoles y algunas otras empresas extranjeras, ese dinero no se encontraba respaldado ni en bienes ni servicios reales ni futuros. Pese a que Hidalgo creía que con ese dinero bastaría para movilizar la economía y controlar la crisis, no era solo una cuestión de dinero, si no también de especulación.
Y ahora que solo Perú se negaba a aceptar lo inevitable, especular se había convertido en una actividad de alto riesgo, pues los empresarios temían que ese dinero que tan felices habían recibido hace poco no valiera ni la décima parte en solo cuestión de meses. Así que trataron de hablar con Hidalgo y convencerlo de hacer lo obvio y necesario, pero como sabían que Hidalgo carecía de flexibilidad a la hora de negociar, optaron por colocar sobre la mesa dos alternativas para afrontar la crisis: la primera, aceptar la creación e implementación de una IA para el poder ejecutivo; y la segunda, liberar otro reactiva Perú de trescientos mil millones de soles. Esta segunda alternativa era una locura por donde se le viese, por lo que la única y verdadera opción era la primera.
Hidalgo, al enterarse de ambas opciones, estalló en bilis y maldijo a esas empresas que hasta hace poco parecían ser leales. Dio una negativa a ambas alternativas y les hizo acordar que si no fuera por él, muchos de los 12 apóstoles e infinidad de otras empresas seguirían pagando cupos a bandas criminales.
Las empresas, por su parte, al recibir tan clara negativa, optaron por dar un paso al costado y paralizar todas sus actividades en el país. Perú entró en una crisis sin precedentes, a una velocidad vertiginosa y de una semana a otra muchos trabajadores se convirtieron en ninis (ni trabajo ni estudio). Pero no solo se quedó allí, los antiguos aliados de Hidalgo vieron en su negativa una flagrante declaración de guerra y algunas luces de locura y vesania que solo ellos, los empresarios, podrían derribar. Es así que las grandes familias y los representantes de los grupos de poder económico del país, que hacía solo meses habían aceptado una millonada de dinero por parte del mismo Hidalgo, se disfrazaron de paladines de la moral y enarbolaron una estrategia para derrocar a tan espúreo y autócrata gobernante.
Primero, como sabían que no había empresa extranjera deseosa de invertir dinero en un país anti IAs, los grandes empresarios peruanos compraron muchos dólares con anticipación, pues preveían un incremento de la volatilidad de esta divisa. Los bancos comerciales, por su parte, ajustaron sus cotizaciones al alza, pero la altísima demanda por los dólares superó la capacidad de respuesta de los bancos y terminó por agotar gran parte de los dólares a disposición. Y de un día a otro ya no había dólares. Aunque claro, las grandes empresas habían logrado, por mera y milagrosa coincidencia, tener la preferencia a la hora de comprarlos y con ello ya se habían premunido con lo necesario para afrontar la crisis venidera.
Hecho esto, lo siguiente se desencadenó de forma natural y trepidante. Al no haber dólares en los bancos comerciales el tipo de cambio se disparó a niveles no vistos desde el primer gobierno de García. El Banco Central de la Reserva trató de reaccionar a tiempo, pero la velocidad y la lenta burocracia humana le jugó en contra. Y es que, cuando vendió los dólares que tenían a su disposición para incrementar su oferta, ya era tarde, no había mucho qué hacer, la demanda por esta divisa superaba con creces las proyecciones más pesimistas. Así que optaron por incrementar el porcentaje mínimo de reservas para depósitos en dólares a los bancos comerciales (encaje bancario), pero cuando esta medida fue aprobada la crisis ya se había disparado, las grandes empresas ya habían ejecutado el golpe y ya estaban abastecidas de todos los dólares que necesitaban. Adicional a ello, la demanda fue tan alta que cualquier medida que pudieran tomar resultaría ineficiente, pues las ansias por los escurridizos dólares venían de todos lados: empresas, emprendedores, ciudadanos, turistas, literalmente todos.
Por su parte, el Ministerio de Economía hizo lo que pudo, pero su respuesta estuvo también anquilosada por la pesada y humana burocracia. Cuando trató de emitir bonos en soles para atraer capitales y evitar que la gente compre dólares ya era tarde, el hambre por la moneda norteamericana estaba por las nubes, como si a todo el mundo se le hubiese despertado una necesidad compulsiva por abastecerse de dólares y más dólares, y todo ello mientras los soles eran ignorados y aglomerados en un rincón que ya desprendía olor a muerte. Porque sí, en la práctica era una moneda muerta.
Con la subida del dólar los productos importados esenciales como el trigo, la soya, la leche en polvo, y otros como el petróleo crudo, el gas licuado de petróleo y fertilizantes incrementaron sus gastos de importación, lo que conminó, o facilitó, que los importadores opten por trabajar únicamente en dólares. Ello conllevó a ajustar los precios al ya muy volátil tipo de cambio y, como consecuencia, afectó y vapuleó el bolsillo de todos los consumidores.
El Banco Central de la Reserva trató de hacer un último braceo de ahogado: subió la tasa de interés del sol hasta un 9% para combatir la inflación. Esto redujo el consumo y la inversión y terminó por encajar los últimos clavos en el ataúd de la moribunda economía. A ello se le sumaron otros jinetes del apocalipsis, como un incremento en los precios de la canasta básica, un desempleo masivo y una caída sin precedentes del consumo interno. Se había desatado el apocalipsis en solo cuestión de meses.
Y todo porque el presidente se negaba a aceptar que una IA gestionase el ejecutivo. Su impopularidad llegó a niveles estrambóticos y muchos de aquellos que lo apoyaban empezaron a tener una crisis de fe y a ver al dictador con otros ojos. Esos ojos ya no lo reconocían como su líder, sino como un capitoste, un terco obnubilado por el poder; y al país como un ente acéfalo que rogaba, a duras penas y de rodillas, por una cabeza, sea humana o no.
***
10 de julio de 2039
Hola hijo, ¿cómo estás?
¿Cómo sigue tu empresa?
13 de julio de 2039
Hola hijo.
Las cosas se pusieron feas. No hay nada de trabajo, ¿cómo te va?
15 de julio de 2039
Bien.
Hijo, cualquier apoyo que pueda darte, no dudes en decírmelo.
Los mejores deseos para tí, tu mamá y mis nietos, los quiero mucho.
18 de julio de 2039
Ok.
Hijo, cuídate mucho, trata de ahorrar.
Si es posible vete del país, con tu mamá y mis nietos.
Si algo te falta dímelo por favor.
20 de julio de 2039
No me iré.
Me quedaré porque aquí está mi familia.
Y yo no abandono a mi familia.
Ok hijo.
Te entiendo y te admiro mucho.
Solo ten en cuenta que te quiero mucho.
Cuidate por favor.
28 de julio de 2039
Hola hijo.
El presidente al parecer dictará algunas medidas por su discurso de 28.
Esperemos que sean buenas noticias, aunque no le tengo mucha fe.
Cuídate mucho hijo.
Saludos a tu madre y a mis nietos.
***
No era secreto que todos esperaban el discurso del dictador. Hidalgo sabía que debía de dar medidas en contra de la crisis que ya se había asentado, y ya se estaba cuajando frente a la mirada indecisa del gobierno.
Hidalgo dio la orden de transmitir, mientras apretaba la mandíbula.
Usó sus dotes de buen orador y comenzó alabando lo único que, en estas circunstancias, podía alabar: la seguridad. Evocó aquellas épocas en la que los peruanos no podían viajar tranquilos en el transporte público, cuando las escuelas eran amenazadas, cuando las mafias controlaban el norte del país y muchos lloraban de impotencia ante la inacción de las autoridades. Trató de hacerles recordar a los peruanos que era él, Hidalgo, el que había cambiado las cosas. Que si no fuera por él, el Perú seguiría siendo la miasma de la inseguridad, el escenario de una guerra cruenta y sin cuartel. Hizo un silencio. Dio una mirada larga a las cámaras. Hidalgo sabía qué era lo que esperaban escuchar los empresarios, esos canallas que lo habían traicionado. Así que sonrió para ellos antes de cerrar su discurso.
—Y como medida para la crisis…el ejecutivo establecerá un control de precios que entrará en vigencia desde agosto. Este control será sobre productos básicos como combustibles, tarifas de servicios…
Es la locura en persona, pensó Cidandi, detrás de las cámaras, viéndolo con consternación.
***
30 de julio de 2039
Hola hijo, ¿cómo estás?
Hay rumores de que habrán protestas, que muchos saldrán a las calles.
Por favor, no salgas.
Yo ya lo viví en su momento, con la marcha de los cuatro suyos, con la toma de Lima, todo es en vano.
Un abrazo hijo, te quiero mucho.
31 de julio de 2039
Lo que haga corre por mi cuenta.
Si defiendo a mi país es mi problema.
Hijo, ten cuidado.
Por favor, no vayas.
Esas marchas serán peligrosas.
No te olvides que te quiero mucho.
Un abrazo a ti, tu mamá y mis nietos.
***
La prensa más afín a Hidalgo no pudo ocultar su sorpresa. La prensa alternativa mostró un rechazo flagrante, hasta expertos que hace un año lo alababan por conservar al Perú sin la interferencia de la IA ahora afirmaban que el dictador había caído en la locura. Y la crisis que actualmente vivía el país fue comparada con el todavía recordado y desastroso primer gobierno de García.
La indignación empezó a subir trepidante y vertiginosa como la espuma más densa. Solo era cuestión de tiempo para que la presión acumulada fuese suficiente e hiciera explotar ese silencio sísmico y revolucionario que parecía haber posesionado a las personas, silencio sustentado, en gran parte, en la economía. Pero ahora ni eso se tenía.
Y explotó, sorpresivamente, en Lima. Aunque fueron protestas desarticuladas, con poca convocatoria y reprimidas con fiereza por los la policía. A los apresados los llevaron, a pesar de la protesta de las despreciadas ONGs, a las cárceles especiales. A los muertos simplemente los ocultaron y enterraron en lugares sin nombre. La capital había perdido la primera batalla por la libertad.
Pero Arequipa, Huánuco y Puno se levantaron también. A diferencia de los capitalinos, estas provincias efervescieron de forma articulada, con una cabeza que les marcaba el norte, con temor pero con la fiereza suficiente para hacer temblar a ese gigante impotente en el que se había convertido Hidalgo. Como era de esperarse, la policía intervino, a fuerza bruta, comandada por el ministro del interior y chupamedias de Hidalgo. Perdigones de plomo y algunas balas llovieron sin pudor, mientras los protestantes elevaban sus voces y se arremolinaban en el caos de los gritos en sus respectivas plazas. Muchos empezaron a caer. Nadie parecía a salvo, era una batalla perdida, por más gente que saliera nada podían hacer en contra de los disparos sin mesura.
Pero algo sucedió. En una acción coordinada, tanto en Huánuco, Arequipa y Puno se escucharon disparos al aire. No eran perdigones, no eran pistolas, eran fusiles militares. Los protestantes temieron lo peor, pero algunos se mantuvieron en frente, a la espera de lo inevitable, rogando a sus adentros por una muerte rápida e indolora. Pero no. Los militares avanzaron, abrazando a los protestantes y formando una muralla humana entre los inermes manifestantes y los cruentos policías. Estos últimos, estupefactos, esperaron órdenes, pero estas no llegaban y es que también era una sorpresa para el ministro del interior. Y si algún policía disparaba podría desatarse una guerra civil: policías versus militares. El ministro llamaba a Cidandi infructuosamente, a la espera de un milagro, rogando por que los militares retrocedieran, pero no. Se mantuvieron impertérritos, prestos a proteger a los manifestantes. Los policías, al percibirse como una masa acéfala y desnortada, fueron abandonando sus puestos. Primero fue uno, luego otro, y otro más, hasta que todos terminaron por retroceder y dispersarse, acobardados por esos perfiles enhiestos y verdosos, prestos a disparar si era necesario. Era la primera victoria de una revolución que ahora parecía imparable.
***
15 de agosto de 2039
Hola hijo.
He escuchado que varios saldrán a las calles.
Por favor, no salgas, será peligroso.
Por más que los militares estén a nuestro favor, en Lima todo puede pasar.
Que salgo o no no es tu problema.
Si voy a la marcha será justamente por mis hijos.
Porque quiero que tengan un mejor futuro.
Yo no me escapo de mis responsabilidades
Hijo, solo te pido que te cuides.
No te expongas por favor, piensa en tus hijos.
Piensa en tu madre.
No te expongas por favor.
¿Así como tú pensaste en nosotros?
No gracias.
Que vaya o no a la marcha no te incumbe.
Hijo, cuídate mucho.
Yo sé que quieres ir y que puedes ir sin importar mis opiniones.
Pero no te expongas mucho.
Cuídate, desconfía de todos, nada está dicho
Hidalgo es muy fuerte.
Ok.
Hijo, te quiero mucho.
Cuídate por favor.
***
Las noticias de las victorias en Huánuco, Arequipa y Puno no tardaron en llegar a la capital. Las redes sociales se infestaron de hashtags que pedían a gritos movilizaciones, levantamientos, un nuevo gobierno y el derrocamiento del, ahora nefasto, dictador.
De forma casi compulsiva tanto adultos, jóvenes, ancianos y niños salieron a las calles, con pancartas, con banderas blancas, rojas, azules, multicolores, no importaba ya la inclinación política, ese escollo ya había sido limado y ahora se erigía una masa coordinada y con un solo objetivo: derrocar al dictador.
Todos marcharon hacia la plaza San Martín, caminaron por el histórico jirón de la Unión hasta pisar la gran Plaza mayor, escoltada desde hace siglos por la imponente catedral, el palacio municipal y la todavía casa temporal del dictador: Palacio de Gobierno. La masa de personas gritó vítores, todos a viva voz, con un solo mensaje en mente: “¡Fuera dictador!”.
Las personas avanzaron hacia las rejas, pero para sorpresa de muchos un batallón de policías emergió de entre las sombras. Los manifestantes no temieron, batieron sus banderas con fervor y continuaron el avance. La policía no retrocedió, se cuadró en posición de ataque y expusieron sus escopetas, esperando espantar a la multitud, pero no. No estaban dispuestos a rendirse como la primera vez. Avanzaron. ¡PUM! ¡PUM!, se escucharon disparos. Cayeron varios, casi una decena de personas. Se hizo el silencio, mientras los cuerpos empezaban a desangrarse en la acera, tan cerca del objetivo, tan cerca de las rejas. Eran balas de plomo, o balas de verdad, ahora lo sabían, Los policías los matarían por defender al dictador, esas eran las órdenes. Los protestantes se quedaron quietos, calculando su siguiente movimiento. No había militares cerca, no había donde refugiarse y atacar significaba una condena a muerte; pero no iban a retroceder, no ahora, tan cerca del objetivo. Algunas banderas se erigieron sobre los pasmados rostros. Todavía les quedaba coraje, sabían que eran más, no tenían suficientes balas para acallarlos a todos. Alguien levantó el brazo y a viva voz empezó a gritar aquello que todos sentían crecer incontenible en su interior:<<¡Fuera dictador!>>. Muchos lo siguieron en los gritos que se escucharon hasta la habitación de Hidalgo.
En su cuarto, con un maletín colmatado por dólares, vestido con un buzo y armado con una pistola se encontraba Hidalgo, que ya escuchaba las voces de aquella turba hambrienta que clamaba por su cabeza. Malditos desagradecidos, pensaba. No hace mucho me alababan.
Se encontraba quieto, esperando a que Cidandi le respondiera. No contestó. Intentó una última vez, esperó, y…
—Hidalgo.
Al dictador le sorprendió que Cidandi lo tuteara.
—Cidandi, ¿donde están tus militares? Entiendo que provincia se te saliera de control, pero aquí es diferente. ¿Dónde…
—Cálmate, Hidalgo.
—¡Que me calme! ¡Me debes mucho! Yo te pagué, a tus militares también, ¿qué pasó? ¿dónde está tu ejército?
Hubo un silencio.
—Te recomiendo que huyas mientras puedas, Hidalgo. No puedo seguir las órdenes de alguien que ya perdió el juicio…
—¡Cómo te atreves!
—¡Lo has perdido! ¿No lo ves? Hasta las empresas a las que diste tanto dinero te han traicionado porque te niegas a lo inevitable.
—¡NO! Nosotros lo podemos evitar, escúchame…
—Corre mientras puedas, porque en el momento que lleguen los militares a palacio será tu fin.
—¡Cobarde!¡Solo los cobardes abandonan el barc…
—Lo que tu pides es ser un imbécil, Hidalgo. En eso te has convertido.
—¿Le vas a entregar tu país a esas máquinas?
—Mira, prefiero que me dirija una IA a un cholo de mierda y loco como tú, hasta nunca, Hidalgo…
Y colgó.
Se escucharon metrallas a la distancia, fueron disparos al aire. Varios perfiles verdosos aparecieron en la plaza mayor mientras los manifestantes se abrían paso para dejarlos avanzar. Se posicionaron frente a frente con la policía, que los miraba con terror, a la espera de órdenes. Pero estas no llegaron. Uno de los militares se paró enfrente.
—¡Déjennos pasar o sufran las consecuencias! Somos más, no tienen oportunidad.
El capitán de la policía que parecía liderarlos dio un paso al frente. Vio a los militares con consternación, trató de mover los labios, pero su mirada se desvió a los cadáveres que todavía yacían inertes cerca de las rejas. El capitán tragó saliva y soltó su escudo y su pistola. El resto lo imitó y rompieron filas para dejar ingresar a los militares y a la masa protestante.
Dentro de palacio caminaron por los pasillos hasta llegar a la habitación del dictador. Estaba abierta, sin rastros de él.
Por el jardín posterior de palacio, donde hacía más de 100 años se encontraba la iglesia de los desamparados, Hidalgo caminaba cabizbajo, disfrazado de personal de limpieza. Pero su forma de caminar, sus gestos, sus ademanes fueron suficientes para que, tras atravesar las rejas, alguien lo reconociese. Se escucharon gritos, vítores, y pasos encolerizados. Hidalgo sabía que si seguía su camino moriría. Así que retrocedió y cerró las rejas de palacio mientras subía a la parte más elevada. Trató de ver el río Rímac, el puente de piedra, pero los militares ya lo rodeaban. Hidalgo sacó su pistola.
—¡Alto o disparo!
—Deje las locuras para otro momento, dictador…
—¡Me voy a disparar!
Hidalgo ingresó la pistola a la boca, cerró los ojos, apretó el mango y colocó un dedo en el gatillo.
—¡Hazlo cobarde! —alguien gritó afuera.
—¡Sí, hazlo!
—¡Mátate, a nadie le importas!
—¡Cobarde!
La mano de Hidalgo empezó a temblar. Lágrimas empezaron a salir por sus ojos. No, no tenía el valor necesario para apretar el gatillo. No lo iba a hacer, no iba a complacerlos a ellos, a sus adversarios, a los enemigos de la humanidad. Sacó su pistola de la boca y la tiró al césped, mientras los militares lo arrestaban.
Y afuera de palacio se desató una gran algarabía, como no se veía desde la ejecución de los infames hermanos Gutiérrez.
***
16 de agosto de 2039
Hola hijo, ¿cómo estás?
Hijo, ¿viste las noticias?
¿Viste el discurso?
Cidandi salió a dar un mensaje y dijo que pronto se dará el plebiscito.
Pronto vamos a votar para decidir si se crea o no una IA y gestione el ejecutivo.
Que emoción hijo.
Están también pensando en elegir a un nuevo presidente provisorio.
Se rumorea que será de una bancada minoritaria.
Que orgullo, hijo, has triunfado.
Un gran abrazo a todos por allá, en especial a mis nietos.
18 de agosto de 2039
Hola hijo, ¿estás allí?
20 de agosto de 2039
¿Hijo?
21 de agosto de 2039
Llamada perdida.
Llamada perdida.
Llamada perdida.
22 de agosto de 2039
Llamada perdida.
Llamada perdida.
Llamada perdida.
Llamada perdida.
Llamada perdida.
23 de agosto de 2039
Hola hijo, ya me enteré.
No sabes lo mucho que me dolió saber de tu fallecimiento.
Sé que estos mensajes no los leerás.
Pero tengo la esperanza de que una parte de ti vive en este chat.
Te amo mucho, tu fuiste mucho mejor persona que yo.
Superaste todas las expectativas.
Ahora eres un héroe de la democracia.
Estoy yendo hacia el presbítero, tu madre me dijo que allí te enterraron, junto a los otros héroes y con todos los honores.
Para mi no hay mayor orgullo hijo.
Gracias por cuidar de nosotros.
Trataré de ser mejor abuelo de lo que fui de padre.
30 de agosto de 2039
Hola hijo.
El congreso eligió un presidente provisorio.
Se llama Armando de la Puente.
Y ya se aprobó hacer el plebiscito en enero del siguiente año.
Todo gracias a ti hijo.
Muchas gracias, nunca serás olvidado.
***
En la sala de un juzgado, el juicio del exdictador Hidalgo se transmitía por Justicia TV. Hidalgo estaba a la espera de que le dieran permiso para hablar.
—Señor Alberto Hidalgo Condori, tiene usted derecho de palabra.
—Gracias, juez. Como ya mencioné, me declaro inocente, porque soy inocente. Esto, toda la crisis, todo lo hicieron ellos, las máquinas. Mire, miren aquí—Hidalgo sacó una hoja de papel. —Aquí se encuentra la última prueba. Le pregunté a una inteligencia artificial como podría forzar a un gobierno a adquirir una IA, ¡y miren lo que me dijo! Colocó, paso a paso, como si fuera una receta de cocina, todos los eventos que pasaron en la crisis. ¡Todos!, miren, es tal cual, la estrategia la hicieron las máquinas, ellos tienen la culpa, yo no…
—Señor Hidalgo, ese documento no fue admitido como prueba, por favor, guárdelo.
—Pero aquí está la prueba, ¡ellos lo hicieron!
—Si sigue mostrando esa hoja de papel se le quitará el derecho a la palabra.
—¡Pero es que aquí está la prueba!...¡SOY INOCEENTEEE!
***
25 de diciembre de 2039
Feliz navidad hijo.
Espero que donde estés te encuentres tranquilo.
Tus hijos están creciendo fuertes y sanos gracias a ti.
14 de febrero de 2040
¡Feliz cumpleaños, hijo!
Ya se dio el gran plebiscito.
Como era de esperarse, ganó el sí, ya se aprobó la implementación de una IA que gestione el ejecutivo.
A partir de ahora el ejecutivo estará liderado por un presidente humano y una IA.
Gracias hijo, te haces extrañar mucho.
15 de agosto de 2040
Hoy se cumple un año de tu fallecimiento hijo.
Todavía te recuerdo y te extraño.
25 de diciembre de 2040
Hola hijo, feliz navidad.
Te adjunto una foto que me tomé con mis nietos, tus hijos.
Ya están más grandes.
El mayor se parece mucho a tí, lo cual me enorgullece muchísimo.
Los tres te recordamos con mucho cariño.
¿Hola?
¿Hijo?
¿Ivan, eres tú?
No, lo siento, número equivocado.
Me acaban de dar el chip.
Ok, gracias, lo siento.
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