Aquel día
- pedrocasusol
- 3 feb
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Escribe: Sara Chamorro
No recuerdo el día exacto y lo lamento, pero lo que me llena es que sí recuerdo la hora, el lugar, recuerdo su voz, sus ojos, esos ojos, ojos de nuez; su nariz, su nariz; su sonrisa era algo tímida, distinta a la mía.
Allá en lo alto donde nos vimos ráfagas de viento envolvían el lugar. Nos acompañaban las aves, me di cuenta de ello cuando entretenidos observábamos a nuestro alrededor. Mientras eso ocurría la relatividad hacía lo suyo acelerando el tiempo. Parecía actuar en contra mía una vez más. En silencio pedía que ese tiempo fuera mío… Hazte eterno, gritaba yo en mi interior sabiendo que era ilusa mi petición.
Mientras lo escuchaba y lo veía muy atenta, mil preguntas en mi cabeza parecían arrollarse entre ellas, ansiosas de salir. Como siempre mi prudencia pudo más, pero mi insatisfacción de no poseer ninguna información me atormentó con mil por qué.
Durante el resto del día había culpado al bendito tiempo por no ser piadoso con mi deseo, sin embargo… Aquel día… ese día fue distinto…, nada distinto a otros aparentemente; pero fue distinto.
Pasados esos días, el tiempo parecía disculparse conmigo. Eso creía. De a poco parecía llegar una especie de interés vestida de detalles, era él: tierno, sosegado, pero con cierta picardía; a veces era cálido; otras, frio. Parecía querer robar de a poco mi calma, mi orden, mi serenidad. Sin darme cuenta, la ilusión había decido ser mi compañera, al principio parecía ser generosa conmigo, me transportaba de un brinco a lugares, espacios y momentos no vistos por mí.
Pero él sabiamente siempre supo recordarme mi lugar.
No te vayas.
Pero tampoco te quedes, parecía decirme.
Meses atrás había iniciado mi propia transformación, tenía la necesidad de encontrarme conmigo misma. Estaba ya en esa primera fase, cual metamorfosis, donde por algún tiempo pude despistar con facilidad a todo aquel que deseaba mi pronta transformación. Me sentía cómoda, hacía lo mío, no lastimaba a nadie ni nadie a mí.
De pronto, luego de aquel día, me había dado cuenta que en un instante había abandonado aquello que me había protegido de todo a lo que le temía. Me di cuenta entonces que luego de aquel día había quedado seducida por lo que aparentemente esa nueva realidad me ofrecía.
De pronto vino sobre nosotros una avalancha de experiencias: planes, más planes, momentos todos únicos y especiales. Habíamos formado una especie de alianza, mucha complicidad, había muchas risas, miradas y palabras que despertaban ternura, ambos apartábamos al miedo y a la ansiedad, hubo promesas y mucho respeto.
Había nacido el afecto para ambos, pero en distintas proporciones.
Fue así que decidí volar más alto, deseaba ver lo que me estaba sucediendo. Mientras emprendía ese vuelo me vi frágil, me acompañada la angustia y el temor, pero impulsada por la verdad mientras esta me pedía tener cuidado.
Sí, me había descuidado, desde lo alto cual Ícaro empecé a caer, sentí el vacío en el estómago, sabía que ahí abajo en nuestra realidad no me aguardaba nadie. Durante todo este tiempo había estado sola. Los detalles, todos los momentos felices, las risas, experiencias y más formaban parte de un espejismo que un gran día de sol había formado, y apenas asomada la brisa todo desapareció.
Se avecinaba un gran golpe, sabía que iba a doler, realmente quería evitar tal dolor, pero había apresurado tanto mi transformación que nada valía para contrarrestar el dolor o evitar la caída.
De pronto, ese día se hizo hoy y entendí que él ama la vida al igual que yo, pero no de la misma forma. Nuestros conceptos de libertad, paz y compromiso son humanos, pero distintos. Sé que hubo un pasado que dolió, ojalá hubiera podido hacer algo para apartar las consecuencias que hoy determinan su futuro.
También entendí que él no estará cuando el dolor se apodere de mí, no contemplará amaneceres conmigo, no habrá conejos, frutos que recolectar, girasoles que plantar, no nos tomaremos de la mano, no habrá caricias ni palabras dulces; los detalles cesarán, nos valdremos de los recuerdos para llenar algún vacío. De a poco él dejará de existir para mí y seguramente yo para él.
*
Y hoy que él ya no está… Sigo siendo feliz, estoy en lo alto, continúo observando a mí alrededor, el viento aún me envuelve y siempre veo aves alrededor mientras recuerdo aquel día.

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