Algo bueno
- pedrocasusol
- hace 7 días
- 2 Min. de lectura
Escribe: Thalía Correa
Cómo es posible que después de 20 años de conocernos, me sigas pidiendo algo que sabes que no puedo darte. Lo peor de todo es que lo sabes desde el día en que nos conocimos, aún así te esforzaste hasta el último momento en hacerme dudar de mí. Me desaparecía sin decirte nada, huía para sentirme libre de ti. Volvía como perro con la cola entre las patas cada vez que le escribías a algún amigo en común preguntándole por mí.
Ahora cada vez que te recuerdo es imposible preguntarme, ¿qué era yo para ti? ¿realmente me veías como amigo? ¿o simplemente era la única persona que se dejaba controlar voluntariamente por ti?
Me acorralaste cada vez que pudiste y todavía lo haces… ¿No te cansas? ¿responsabilidad afectiva? me la suda. Ya no me siento culpable, te di mis razones, ¿te cuesta tanto creer que tengo opinión propia? ¿No te da pena? Yo no quiero darle explicaciones a nadie. Pero aún sin hablar me sigues obligando, mandando a otros amigos a preguntar por mi, por ti, por nosotros.
Yo te acepté con toda tu escala de colores, pero tú nunca aceptaste que el único color que tenía yo para mostrarte era el negro. No respetaste mi independencia, al contrario me hiciste creer que necesitaba de ti.
Me gusta mi soledad, el silencio eterno que llevo conmigo, siempre han sido lo más importante para mí y tú no lo aceptaste, querías ese espacio. Después de 20 largos años lo entendí.
Actualmente tengo más de dos años sin hablarte. Me siento tranquilo. No te extraño. Te dije que algún día volveríamos a hablar como en los viejos tiempos, pero cada día lo creo menos. Te mando luz.

Comments